lunes, 27 de diciembre de 2010

¿Qué es la literatura?, una interpelación

Roberto Ferrorferro@filo.uba.ar
¿Qué es la literatura?, una interpelación
Como corresponde a todo texto que pretenda ser reivindicado como folletín, a partir de este capítulo la serie "Exitos,linajes y cánones" incluirá una breve noticia de lo desarrollado anteriormente.
En la entrega del 23 de diciembre se presentó como una tentativa para establecer una diferencia entre escrituras de ratificación y escrituras de suspensión, en tanto que puntos extremos de un continúo que participa de la literatura. El suspenso quedó centrado en ese término “literatura”, de ahí que el comienzo del fragmento que sigue sea una tentativa especulativa provocada por la interpelación de esa pregunta.
Sin desconocer el cúmulo de complicaciones que convoca la pregunta ¿Qué es la literatura?, pero alejado de toda tentación de imaginar que estoy contestando esa cuestión, sino antes bien, a partir de la interpelación de su insistencia abierta, trato de aproximarme a una especificación de lo que con el término literatura nombro en las siguientes líneas.
Literatura más que una referencia a algo concreto o una esencia trascendente, nombra un proceso de prácticas, disposiciones y creencias, atravesadas por un complejo entramado de fuerzas en pugna, que se articulan en forman de alianzas, contradicciones, exclusiones y solapamientos, constituyéndola como un conjunto productivo y cuya historicidad, es decir, su materialidad sociocultural, no se puede negar.
La literatura aparece socialmente configurada a partir de una dinámica de relaciones entre diversos modos de legibilidad y de visibilidad, en gran parte heredados pero en constante mutación y transformación. Con esto retomo la idea de regímenes escópicos de la entrega anterior, esos campos de legibilidad hace socialmente visibles a objetos, sujetos, valores e instituciones que son identificados y/o reconocidos como literarios.
Esa diversidad de modalidades de lectura y los discursos que las teorizan establecen una distinción entre los textos, escritores, poéticas, a los que se hace participan de la literatura de aquellos que quedan ya sea en sus márgenes ya sea formando parte de otros espacios discursivos como la filosofía, la ciencia, la religión, entre otros. Las operaciones que participan de ese deslinde nunca han conseguido como resultado la instauración de un único límite nítido y estable, puesto que junto con las dificultades propias de la distinción, los criterios que las sustentaban han estado sometidos a profundas variaciones históricas. Es por esa razón que las prohibiciones o las incorporaciones a lo largo de las sucesivas épocas se instalan en el presente a partir de formas complejas: a veces como supervivencias naturalizadas, otras como desplazamientos e incorporaciones desde y hacia otros espacios sociales.
La legitimación en el espacio literario argentino está íntimamente vinculada a la heterogeneidad de los focos de construcción de legibilidad, desde los que se van haciendo tangibles las disposiciones y las creencias que legalizan lo literario, ya sean textos, protocolos, poéticas, escritores o instituciones. Esas instancias legitimadoras son muy diversas, a veces el recorte que cada una de ellas impone coincide parcialmente con las de las otras, a veces entra en contradicción y debate. En los distintos focos los criterios varían; por lo tanto, diseñar un mapa aproximado de su configuración supone reflexionar sobre la particular circulación de los textos en ellos y, correlativamente, revisar las variantes que esa indagación tiene en relación con el sistema de periodizaciones y los dispositivos en las instituciones literarias las ubican y legalizan. Es difícil caracterizar la enorme complejidad y variedad de las modalidades de lectura que participan en las prácticas sociales. Aquello que cada época considera literario conforma un régimen de legibilidades específico. Lo que en otros términos significa: prácticas, disposiciones y creencias, entramadas con conjunto de procesos históricos, culturales y epistémicos, arraigados en la relativa estabilidad que le otorgan las instituciones que establecen y legislan las continuidades y las discontinuidades.
En función de esas fuerzas históricas e historiables, a menudo contrapuestas, la legibilidad no forma un todo indiferenciado e inalterable sino que se modifica y transfigura en cada período. A pesar de ello, las transformaciones no suponen la liquidación de los modos anteriores sino su integración en un nuevo campo de relaciones.
Sin la pretensión de una fina exhaustividad, y más bien movido por el trazo grueso del esquema urgente, creo que es posible distinguir cinco focos de legitimación en el espacio literario argentino contemporáneo (me refiero específicamente a un lapso que abarca unos cuarenta años a esta parte), que tienen diferentes incidencias según los casos; el orden en que los enumero no supone un criterio de valor.
Las listas de los más vendidos que semanalmente aparecen en los suplementos culturales, sumada a la presencia de los escritores en entrevistas o reseñas en los diarios de mayor circulación y en revistas de interés general, es un modo de legitimación centrado en los efectos de la actualidad y diseña un campo de legibilidad con un amplio radio y de gran diversidad, pero marcado por la impronta de lo efímero.
La crítica universitaria que circula en las cátedras, en las revistas académicas, en los trabajos de investigación, en los congresos y simposios que reúne a los críticos vinculados a la universidad, es un foco con un radio más restringido con otros valores en juego, con otro ritmo e incidencia; pero también con una permanencia asentada en trabajos de una circulación menos sujeta a los vaivenes cambiantes del presente inmediato.
También hay que considerar como un foco de legitimación las revistas literarias que se diferencian de los dos anteriores por su dinamismo, por la exposición de problemáticas vinculadas a las poéticas en pugna y a un modo de desarrollo de los protocolos de lectura que pone el acento en especificidades del campo literario que tienen una particularidad distintiva.
Asimismo tienen relevancia los premios literarios que otorgan los grupos editoriales generalmente asociados a empresas periodísticas que potencian su difusión. Y en una dimensión que excede el ámbito local, los premios que promueven las editoriales españolas tienen una notable incidencia, en particular desde hace unos quince años. Esto último supone dos aspectos relevantes, ante todo, por la repercusión que alcanzan en los medios europeos y latinoamericanos y, luego, porque son un índice del incremento de la participación de la industria editorial española en la publicación de escritores argentinos.
Finalmente, es de notable importancia para el espacio literario la legitimación de los escritores por los propios escritores, la circulación de los textos en los grupos de contemporáneos, las diversas modalidades de rescate o rechazo de aquellos que constituyen o no el canon tradicional; en definitiva, la legitimación que supone para todo escritor la permanencia de los restos de su poética en la escritura de los otros.
De igual manera que en fragmento anterior, la espera queda tendida hasta el nuevo capítulo.
(Continuará)

jueves, 23 de diciembre de 2010

Escrituras de ratificación/escrituras de suspensión

Roberto Ferrorferro@filo.uba.ar
Escrituras de ratificación/Escrituras de suspensión
Este es el primer fragmento de una serie en la que me propongo reflexionar especulativamente en torno de tres asuntos íntimamente entrecruzados y que, según creo, caracterizan los modos de lectura de los textos que hacemos participar de la literatura: éxitos, linajes y cánones.
Partiendo de la idea de que no hay cesuras entre las múltiples modalidades de escritura y el mundo, puesto que el “mundo” no consiste en colecciones o agrupamientos diversos de cosas, sino en campos de significados que van articulando zonas de pasaje y equilibrio con zonas de tensión y conflicto (debo reconocer mi deuda con el concepto de campo electromagnético de J.J.Thompson más que con el de campo intelectual de Pierre Bourdieu), es posible, entonces, trazar imaginariamente una cartografía de la diferencia que se tiende entre escrituras de ratificación y escrituras de suspensión. Diferencia referida a la magnitud de la significación posible que las escrituras ponen en juego en las innumerables escenas de lectura a las que son atraídas. (Los textos no pertenecen a un género en particular ni se pueden incluir en categorías o taxonomías excluyentes, sino que participan de varias de esas posibles alternativas sin ninguna exclusividad dispuesta a priori. Si bien es indiscutible la concepción de que son los lectores quienes inscriben los textos en los géneros, la plasticidad y la dimensión significativa de la escritura es la instancia primordial que promueve la multiplicidad y la complejidad de esas lecturas.)
Esa diferencia que se tiende entre las escrituras de ratificación y las de suspensión no es de orden cuantitativo porque es incalculable, no depende de una unidad de medida que la verifique; sí, en cambio, supone la posibilidad de delinear un rango dominante que las distinga; de ello resulta también que los términos en cuestión no forman parte de una oposición dicotómica, sino que designan los puntos extremos de un continuo en constante expansión. Las escrituras de ratificación aparecen re-presentando una con-figuración de significados con un algo grado de estabilidad fundados en ciertos parámetros re-conocibles, que habilitan la fascinación de la ilusión mimética y de los regímenes escópicos vinculados al espejismo de las figuraciones múltiples y cambiantes de la correspondencia o la imitación como categorías modélicas de la verdad (dejo constancia de mi deuda con Christian Metz en relación con el concepto de regímenes escópicos, que de una reflexión en torno de la imagen cinematográfica traslado a la letra literaria. Lo que el ojo que lee constituye como legible en las escrituras de ratificación está vinculado con estructuras aceptadas por la razonabilidad de la doxa que funciona como la clausura de la proliferación del sentido.). Las escrituras de suspensión perturban las jerarquías de significados estratificadas y/o estereotipadas; por lo tanto, desplazan la re-presentación instalándose en la deriva de una semiosis infinita. Las escrituras de ratificación representan un mundo que las precede, las escrituras de suspensión postulan el advenimiento posible de un mundo no-representable. (Finalmente, ratificación y suspensión reconocen una cierta genealogía próxima a lo legible y lo escribible de Roland Barthes).
A la manera de un folletín semanal, este fragmento se cierra con una espera.
(Continuará)
Roberto Ferro

viernes, 10 de diciembre de 2010

Mario Vargas Llosa, la historia secreta de un premio

Mario Vargas Llosa ha sido distinguido con el premio Nobel de Literatura 2010. No hay duda que lo ha buscado; por lo tanto, pocas veces con mayor precisión podría decirse: “Usted se lo merece”. Un muy esquemático recorrido por su trayectoria confirma esa aseveración. Sus novelas y cuentos que circulan en los años sesenta impulsados por las mareas expansivas del boom: Los jefes (1959), La ciudad y los perros (1963), La casa verde (1966), Los cachorros (1967), Conversación en la catedral (1969), exhiben un conjunto de procedimientos narrativos como rasgo propio y distintivo: el monólogo interior, la fragmentación de voces y perspectivas narrativas, la ruptura de la linealidad temporal, el montaje de series que se entrecruzan. A pesar de que esos procedimientos habían sido utilizados por otros escritores latinoamericanos desde la vanguardias de los años 20, Vargas Llosa establecía un vínculo, a menudo groseramente directo, entre esa “innovación narrativa”, concebida de forma falaz y con notable ignorancia como una gesta de modernización superadora de una supuesta parálisis en la que estaba sumida la literatura latinoamericana estragada de realismo costumbrista, por una parte y, por otra, la necesidad de salir del atraso social y económico de la región incorporándose a la dinámica del mundo desarrollado.
En cambio, en lo que sí debe reconocerse a Vargas Llosa su carácter de pionero es en su alineamiento con el programa de la revolución conservadora que Reagan y Thatcher encabezaron en los años ochenta y, luego, con el consenso de Washington en la década siguiente, ningún otro intelectual latinoamericano fue más consecuente con la defensa de la libre empresa y de los intereses del capital concentrado en América Latina. En ese aspecto ha ejercido un rol que nadie alcanza igualar.
Especialmente desde La guerra del fin del mundo (1981), una versión reaccionaria del levantamiento de Antônio Conselheiro y la guerra de Canudos, e Historia de Mayta (1985), centrada en el arrepentimiento de un militante trotkista que hace una revisión crítica de su militancia, su obra de ficción puede ser leída como narrativa de tesis, articulada a partir de un elenco reducido de motivos ideológicos. Las ficciones que luego siguió publicando, cargadas de lugares comunes y reiteraciones, que su indudable talento narrativo no alcanza a disimular, han circulado en renovadas ediciones sostenidas sobre eficacia del poderoso logo Vargas Llosa.

Pero donde su programa se manifiesta de modo nítido es en su obra crítica, incluso más aún que en su actividad periodística, en particular en los ensayos La utopía arcaica (1996), sobre la obra de José María Arguedas y El viaje a la ficción (2009) en el que aborda la obra de Juan Carlos Onetti. En 1968, en la Washington State University, Vargas Llosa lee una conferencia en la que devela las claves y el proceso de escritura de su novela La casa verde, que fue luego publicada en Tusquets bajo el nombre de La historia secreta de una novela (1971). Sería quimérico imaginar que repita el mismo gesto con esos dos ensayos, es decir, que revele a sus lectores las estrategias a partir de las que ha leído críticamente la obra de Arguedas y de Onetti reduciéndolas a módulos ejemplares de un programa ideológico alejado y contradictorio de las poéticas de esos grandes escritores latinoamericanos. ( Ver mi artículo “Vargas Llosa se ha declarado en default” en http://www.sintagmas.com.ar/notas.asp?con_codigo=852&aut_codigo=240&men_codigo=17

El premio Nobel de Literatura no consiente ser cuestionado exclusivamente desde la literatura, hay otros componentes que participan en esa distinción. No me caben dudas de que, a lo largo de los años, Mario Vargas Llosa ha intervenido activamente en una compleja madeja de redes de influencias con el objetivo de alcanzar ese logro, para lo cual debió involucrarse en operaciones que no están directamente vinculadas a la escritura literaria. Por eso considero que después de haber bregado tanto, merece haber sido premiado. Hay muchos pocos casos de hombres públicos en los que búsqueda y consumación de un resultado estén más relacionadas que en su caso.




Roberto Ferro
Buenos Airs, Coghlan, diciembre de 2010.



lunes, 29 de noviembre de 2010

Presentación de Martín Kohan a "De la literatura y los restos"

Roberto Ferrorferro@filo.uba.ar
Presentación de Martín Kohan a "De la literatura y los restos", en la Biblioteca Nacional, el 16 de setiembre de 2010




Presentación de La literatura y los restos de Roberto Ferro en la Biblioteca Nacional de Buenos Aires

Ya ha sido dicho (lo ha dicho Ricardo Piglia) que la crítica literaria es un género autobiográfico. Se trata, según se prefiera, de un enfoque vitalista (la crítica se impregna de vida) o literario (quien quiera contar su vida, deberá contar sus lecturas). Pero en cualquier caso, al comenzar De la literatura y los restos, Roberto Ferro ensaya un gesto diferente. El texto inicial, “Palabras liminares”, puede leerse como un ejercicio de autorretrato crítico. Después de dejarse retratar, como lector, por el prólogo de Noé Jitrik, Ferro emprende un autorretrato: esboza la imagen de ese crítico literario que decide ser (autoconciencia, expresión de deseos, imagen de sí, cifra de ambición, espejo inducido: lo propio de todo autorretrato).
Ferro descarta paradigmas críticos, metáforas establecidas de lo que es o debe ser todo crítico literario. Convencido y convincente, procede a hacer sucesivamente a un lado al crítico taxonomista (el que ordena y clasifica), al crítico detective (el que presupone una verdad y la rastrea), al crítico pontífice (el que encarna una verdad y la defiende), al crítico juez (el que “dictamina la justa verdad del sentido”), al crítico magíster (el que “imparte la enseñanza del en sí literario”); y postula, en cambio, como alternativa polémica y como proyecto de figuración en la que va él mismo a inscribirse, otras variantes: el crítico viajero (utopía itinerante de un “lector en tránsito” renuente a cualquier fijación), el crítico jugador (el que, escéptico de las causalidades, entrega sus lecturas al azar), el crítico contrabandista (el que transgrede las jurisdicciones conceptuales y transgrede las fronteras establecidas, sus leyes y sus aduanas).
Ahí donde el crítico detective, por caso, queda del lado de la ley (o en una relación ambivalente, en el mejor de los casos, si se trata del policial negro), el crítico contrabandista que Roberto Ferro postula se decide por las actividades ilícitas. Va en procura sostenida de lo que “no se deja atrapar en la mera transparencia del lenguaje codificado en figuras impuestas”, recela de las bibliotecas (aunque ahora estamos en una) y de los ordenamientos canónicos, de las instituciones que imponen sentidos y maneras de leer. Decidido a perturbar semejantes pautas, a desviarse de ellas o a transgredirlas, el crítico contrabandista que propone Ferro sabe bien de qué tiene que cuidarse: de la transparencia, del ordenamiento, de lo impuesto o los impuestos, y sabe bien cuál es su objetivo: no dejarse nunca atrapar.
No sorprende, por lo tanto, que las diversas lecturas que componen De la literatura y los restos insistan en su orientación hacia los “puntos de fuga”. Es el afán esperable en el crítico contrabandista, frente al afán de persecución del crítico detective o del crítico juez. Los puntos de fuga instalan a los textos en una lógica de expansión y multiplicidad, en una diversificación por la que la certeza de cualquier verdad definitiva se difiere y se escurre como quien dice para siempre. No obstante el dispositivo de proliferación que es propio de los puntos de fuga, es posible señalar en el recorrido de este libro ciertos puntos de apoyo que lo sostienen y a la vez lo escanden: en el comienzo, o ya desde la portada, el prólogo de Noé Jitrik, la conexión que va a propiciar una disposición de entendimiento crítico; promediando el volumen, las páginas de “Una maquinita estrafalaria de lectura”, especie de poética crítica que Ferro decide reeditar para sostener y enfatizar una vívida declaración de principios; por fin, concluyendo la primera parte y haciendo centro en la tercera, dos artículos en particular: uno sobre Macedonio Fernández y el otro sobre Jacques Derrida.
Porque las lecturas de Ferro se remiten a objetos diversos: Cortázar, Lemebel, Mallea, Conti, Roa Bastos, Jitrik, Vila-Matas, Raúl Dorra, Tabucchi, la narrativa policial latinoamericana, la literatura infantil en general. Y lo hace con categorías teóricas que hacen a la solvencia de una manera de entender la literatura, la escritura, el lenguaje: categorías como intervalo, diseminación, diferimiento, fisura, deriva, nomadismo, rizoma, deconstrucción. Las de Ferro son lecturas que, en su sucederse, se mantienen rigurosamente reacias a las seducciones de la totalidad, de la completad estabilizada, de la plenitud de la presencia, de la metafísica que acecha en toda fijeza y en toda certeza. Su apuesta es muy otra, y Ferro la despliega: fragmentar, discontinuar, inacabar, desestabilizar, resistirse a la unidad no menos que a las totalidades cerradas, resistirse a clausurar sentidos y a instalarse en el confort de lo unívoco. Si admite un todo, es un todo abierto, es decir un falso todo; si hay sentidos, proliferan, se fugan como multiplicidad, sin ocultarse como una cifra a la espera de la develación. Se trata así de lo ilegible y de sus restos, semiosis sin fin, inagotabilidad de la significación; se trata de complicar las estructuras de sentido, perturbar sus normas, abrir indefinidamente todo aquello que por sí mismo podría cerrarse definitivamente. Contra la metafísica de la presencia, cultivar y persistir en el arte de la ausencia: arte de la sustracción, del diferimiento del yo, de la desestabilización de la identidad, de la deconstrucción de un origen. La maquinita estrafalaria que Ferro compone y echa a andar opera en las referencias, pero no en los referentes; aceita sus engranajes con espeso escepticismo sobre objetos preexistentes, declara la imposibilidad de alguna correlación unívoca entre el discurso y el mundo, y si de la ilusión referencial hay algo que saca en limpio, es eso precisamente: la pura ilusión, la falta de fe en lo objetivo.
Por estas páginas pasa Deleuze, pasa Foucault, pasa Blanchot; pero es Derrida quien recibe mayor atención y quien resulta más nutritivo en la empresa de deconstruir la metafísica del origen, la metafísica de la presencia, quien enseña a diferir y a aplazar. A la vez, por otra parte, no parece haber expresión más poderosa de la ausencia (del autor) y el diferimiento (del texto), de la suspensión de la realidad (referencial) y de la confusión (premeditada) de la literatura y la vida que la escritura de Macedonio Fernández. En esos objetos, podría decirse, es donde Ferro hace pie. Y a partir de ahí se traslada, viaja, juega, contrabandea.
Hay zonas de sintonía, lecturas en afinidad: cuando Ferro lee a Tabucchi o cuando lee a Vila-Matas, la indeterminación de sentido y la imposible unidad van en su curso; cuando lee a Noé Jitrik, la escritura es la entidad y lo demás es ausencia; cuando lee a Roa Bastos, se entrega a la inconclusión y a la deriva de lo inestable; cuando lee a Napoleón Baccino, asume la diseminación, que ninguna verdad nunca se fija. Pero Ferro también lee a Cortázar, a Cortázar y el compromiso político; y lee a Haroldo Conti, a Conti y la memoria y la pertenencia; y lee a Eduardo Mallea, en sus limbos de idealidad; y lee a Rodolfo Walsh, a Walsh y su vocación de denuncia. Y en ellos no se rinde, tampoco en ellos se rinde, a la sugestión de que acá hay una vida que se vive y más allá hay una escritura que la expresa, que acá hay una realidad que existe y más allá hay una literatura que la representa, que acá hay una verdad constatable y más allá hay una palabra que la revela. Es precisamente al ocuparse de esas literaturas, la del realismo o la del compromiso o la del vitalismo o la de la metafísica nacional, que Ferro se aplica a su arte de transponer fronteras con solapamiento, leer en desvío, escribir lo impropio. Y entonces este libro erige una decidida pasión: una cierta concepción de lo que es la literatura, de lo que supone escribir, de lo que supone leer. Es el destello que expande y deriva De la literatura y los restos: la noción de que la literatura es el resto y que fuera de ese resto no hay nada, porque el resto no es resto de otra cosa, porque los restos son lo único que tenemos.



MARTÍN KOHAN

martes, 28 de septiembre de 2010

El 29 de septiembre se realizará la presentación del libro De la literatura y los restos, en portuques. El encuentro será en Florianápolis.




Roberto Ferro rferro@filo.uba.ar

lunes, 27 de septiembre de 2010

sábado, 11 de septiembre de 2010

Jacques Derrida, por Roberto Ferro en Florianópolis

Curso dirigido a estudiantes de la maestría especialmente interesados en las problemáticas planteadas por la relación entre la teoría y la crítica literaria con el pensamiento de Jacques Derrida situado en los contextos sociohistóricos. El programa se presenta como un acercamiento a los tópicos a desarrollar desde una perspectiva que se propone asumir su carácter introductorio, considerando, correlativamente, la necesidad de situar el tratamiento de las cuestiones específicas en el nivel de rigor que exige el pensamiento contemporáneo.
Ampliar información sobre el programa en el sitio: http://www.robertoferro.com.ar/


Roberto Ferro rferro@filo.uba.ar

sábado, 4 de septiembre de 2010

La orilla celeste « Eterna Cadencia

La orilla celeste « Eterna Cadencia

Marco del encuentro Filba 2010. Panel sobre Onetti.

Roberto Ferrorferro@filo.uba.ar

Los escritores no imaginados por Onetti | Igooh - Expresión Ciudadana

Los escritores no imaginados por Onetti Igooh - Expresión Ciudadana


Panel de escritores en el marco de FILBA 2010

Roberto Ferro, Carlos Gamerro, Carlos Liscano con moderación de Martín Kohan.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Presentación de Libro, Roberto Ferro, Noé Jitrik


LIBER EDITORES invita a la presentación de los primeros libros de la colección Crítica y Teoría




De la literatura y los restos de Roberto Ferro y Verde es toda teoría de Noé Jitrik, serán presentados en la Biblioteca Nacional, sala Jorge Luis Borges el 16 de setiembre a las 19 hs. Acompañaran a los autores Oscar Steimberg Víctor Bravo y Martín Kohan.




Roberto Ferro rferro@filo.uba.ar

viernes, 20 de agosto de 2010

Fertival de Literatura, Filba

Entre otros muchos interesantes escritores aparecerá en Septiembre una de las actividades más interesantes sobre literatura. La cantidad de escritores invitados es abrumadora.

Roberto Ferro participará de una actividad.
La direccion para consultar: http://www.filba.org.ar/invitados/Ferro-roberto.html

Larga vida a Onetti


Roberto Ferro, Carlos Gamerro y Carlos Liscano

Modera: Martín Kohan

Jueves 2 I 17:30 hs I Eterna Cadencia

Honduras 5582, Palermo.


Roberto Ferro rferro@filo.uba.ar

domingo, 27 de junio de 2010

sábado, 3 de abril de 2010

LEER A CORTAZAR. AHORA EN EL MALBA

Leer a Cortázar. Ahora en el MALBA

En los últimos años de la primavera alfonsinista dicté cursos y seminarios de literatura latinoamericana en el Centro Cultural San Martín. En ese período aun quedaban destellos de un inquieto entusiasmo por el retorno de la democracia. La inscripción a las actividades programadas era libre y gratuita, lo que generaba un desafío para los expositores por las variaciones de todo tipo que atravesaban a los participantes. Durante dos años, entre abril y diciembre de 1987 y 1988, mi propuesta estuvo centrada en la narrativa de Julio Cortázar, el primero dedicado a sus cuentos, el siguiente a sus novelas.
Si la intervención activa era el rasgo distintivo de los concurrentes, durante los seminarios sobre Cortázar se redobló esa apuesta, lectores de diferentes edades y con muy diversa formación exponían sus lecturas con una pasión que otorgaba a sus interpretaciones una modulación de intensidad inigualable.
Esa fue una experiencia que marcó de manera indeleble mi trabajo como profesor en los años siguientes. Mis clases en universidades argentinas y del extranjero, las actividades en diferentes instituciones culturales, los diálogos tan insistentes como dispersos con lectores en cualquier circunstancia o espacio, fueron formando en mí la convicción de que aquellos que se sentían atraídos por los textos cortazarianos hasta hacerlos sus preferidos diferían de los demás grupos similares.
Una y otra vez, me propuse escribir extensamente sobre la obra de Julio Cortazar. Los libros sobre Onetti , Derrida, Walsh, Macedonio o Tabucchi, que me ocuparon los años siguientes, podrían servir de coartada para explicar la continua postergación que sometía a esa proyecto; a pesar de que hay algo de verdad en eso, creo que los sucesivos diferimientos están íntimamente vinculados con un intento de comprensión, que aun creo insuficiente, en torno de la relación entre la escritura cortazariana y sus lectores apasionados.
Los análisis que algunos críticos han desarrollado sobre ese asunto me resultan decepcionantes; Beatriz Sarlo, por ejemplo, suele atribuir a los lectores de Cortázar un estado de perpetua adolescencia; de todos modos, sus afirmaciones se reducen a dos parámetros, por una parte, sólo se refiere a un fragmento muy reducido de su obra y, por la otra, sus argumentos se acercan más bien a una confesión autobiográfica que, en definitiva, sólo se limita a exponer cambios de gusto personales, antes que una reflexión fundada en alguna investigación consistente. En otros casos, el nombre de Cortázar es lo suficientemente atractivo como para que lectores críticos como Gonzalo Garcés lo usen con afanes autorreferenciales, para estigmatizarlo con afirmaciones tan rimbombantes como vacías de sentido, que por ende, descalifican a los lectores cortazarianos; mientras escribo dudo si la calificación de lector crítico que le atribuyo es un eufemismo o una hipérbole, digo porque acaso el paradigma intelectual de Garcés esté más próximo a Jacobo Winograd que a Roland Barthes o a David Viñas, y tengo dudas acerca de que su área de conocimiento sea el campo literario, pero me voy a permitir ese deslizamiento urgente.
En 2008, enfrentaba una situación extraña, al menos para mí, distintas editoriales me anunciaron casi simultáneamente, que programaban para los próximos meses la publicación de varios de mis libros. Debo confesar, que aún perdura mi extrañeza frente a esa situación; ante la cual, me he refugiado en la idea de estoy frente a uno de los tantos avatares de los vínculos bizarros entre los ensayistas de crítica literaria y los editores, más que a un designio personal. Ya sin excusas, tendría que volver al proyecto de un gran libro sobre Cortázar; con ese propósito programé un seminario de grado para dictar en la carrera de letras bajo el título de “Teoría y crítica del cuento fantástico en la obra de Julio Cortázar”. Hubo record de inscriptos más de 150, de los cuales unos 30 eran alumnos extranjeros que cursaban por programas de intercambio; para ese entusiasmo no había otra razón más que el contenido del seminario, la obra de Cortázar seguía convocando más que cualquier otro de los temas que había dictado en los años anteriores. Entonces, una vez más, mi objeto de deseo quedaba interferido por esa duda metódica acerca de la relación entre los lectores y Cortázar, ahora agravada, esos lectores eran alumnos universitarios, sus intervenciones exhibían un marcado rigor teórico y una notable madurez crítica, pero también en su abrumadora mayoría tenían un lazo afectivo que marcaba a fuego sus lecturas críticas. En Metaliteratura, se han publicado algunas de las monografías del seminario, que testimonian por sí mismas mi afirmación acerca de la entidad de esos trabajos.
Mientras iban apareciendo mis libros, primero Derrida. El largo trazo del último adiós, luego De la literatura y los restos, ambos a finales del 2009, y finalmente, Fusilados al amanecer. Walsh y el crimen de Suarez, a principios de este año, fui diseñando un itinerario posible que me permitiera reflexionar acerca de los modos de lectura de la obra de Cortázar que producen el particular efecto de ser notablemente resistentes y renovados, más allá del paso de los años; muchos de los lectores del seminario de la Facultad no habían nacido en 1984, el año de la muerte del escritor, por lo tanto, estaban alejados de todas las circunstancias que colocaron al escritor en el centro del canon de la literatura latinoamericana a mediados de la década del 60. En qué consiste esa fascinación, ese interés, que hace a los cortazarianos viajar de un texto a otro, que los lleva a conservar las ediciones plagadas de notas, a atesorar primeras ediciones, a insistir en regresar a los mismos cuentos y novelas una y otra vez.
Entonces, justamente entonces, Carla Scarlatti, responsable de la programación de los cursos de literatura en el MALBA, me convoca para participar en la programación de este año. No tuve dudas, le envíe un proyecto: Julio Cortázar. Todos los cuentos el cuento. La inscripción quedó colmada apenas se comenzó hacer la difusión. El curso que está por terminar el próximo viernes 8 de abril, será repetido desde fines de este mes, fueron más los inscriptos que quedaron fuera del cupo, que los que pudieron realizar el curso.
Nuevamente la experiencia de trabajar con los textos de Cortázar me imponía una exigencia de otro tipo. La clase de apertura en el MALBA tuvo ese inestable misterio del primer encuentro: miradas inquietas, gente que llega tarde y se acomoda como puede ante la mirada de reproche de los que ya habían empezado a meterse en el tema; salvo uno que otro, todos eran desconocidos entre sí. La cuestión a resolver para mí radicaba en cómo empezar, cómo convocar la atención de un público tan heterogéneo. Los alumnos universitarios entregan dos seguridades, ante todo cierta coincidencia en el proceso de su formación da uniformidad a su competencia y, por otra, cierta comunidad de objetivos. Como siempre ocurre con este tipo de cursos, el público del MALBA en su diversidad, exige mucho más de quien va a coordinar el trabajo.
Mi idea, apoyada en la experiencia, era presentarme como un lector versado que se sitúa frente a los textos con el objetivo de llevar a cabo una apertura hacia el interior, es decir hacia la comprensión de la construcción textual, de sus sentidos posibles y de sus múltiples apuestas, para lo cual me iba presentar como portador de un saber acreditado que me permitía sintetizar en unas pocas líneas una cartografía adecuada. Para llevar a cabo esa tarea, como un guía iniciado debía conocer acabadamente los terrenos a transitar para prevenir posibles extravíos, insinuar los pasajes más adecuados y, finalmente, advertir sobre los atajos que facilitaran a los inminentes lectores un recorrido apropiado, sin sacrificar, sino antes bien alentar el deseo de goce y de asombro.
En cambio esta vez, asediado tanto por miradas tan cómplices como inquisitivas, preferí dejarme llevar por el movimiento que fueron suscitando en mí las sucesivas lecturas de los cuentos de Cortázar con que se iniciaba el curso. Más que un guía práctico, me situé en el lugar de aquel que elije compartir experiencias y pensamientos, sin imponerlos como sugerencias o instrucciones anticipadas de uso. Ante todo, busqué exponer mi experiencia de lector como aquel que ha sido trasformado por el camino emprendido. Que la lectura hubiera sido para mí una experiencia en el sentido de camino recorrido pretendía exponer nítidamente que privilegiaba ante todo la idea de búsqueda más que cualquier forma de respuesta cerrada. Indagación de la escritura leída, en primer lugar, puesto que esa escritura nunca aparece como un presente por anticipado y sin embargo nos llama desde un más allá de su materialidad significante.
El resultado fue magnífico. Ese grupo, que con cautela no exenta de tensa atención, a medida que trascurría ese primer encuentro fue soltando las amarras y las intervenciones se hicieron más frecuentes, se reveló de modo magnífico a medida que pasaban las clases: en los días siguientes a cada clase mi e mail comenzó a ser visitado cada vez con mayor asiduidad, me llegaba con inquietudes, preguntas, dudas, deseos de continuar, confesiones, textos escritos, señales de ayuda, y básicamente agradecimientos.
Leer Cortázar. Ahora en el MALBA, ha renovado mis preocupaciones acerca de los modos de leer su escritura, el curso que estoy terminando más que despejar dudas me ha impuesto en la exigencia de una búsqueda que supere los condicionamientos de los lugares comunes con que la crítica cree tanto haber canonizado como ajustado cuentas con la obra de Julio Cortázar.
Buenos Aires, Coghlan, 3 de abril de 2010

Roberto Ferro
rferro@filo.uba.ar

miércoles, 24 de marzo de 2010

SEGUNDA EDICIÓN. Curso. Julio Cortázar. Todos los cuentos el cuento. Por Roberto Ferro

MALBA FUNDACION COSTANTINI











SEGUNDA EDICIÓN. Curso. Julio Cortázar. Todos los cuentos el cuento. Por Roberto Ferro.

Miércoles 21, 28 de abril y 5 y 12 de mayo de 10:30 a 12:00. Biblioteca. Costo: $180. Jubilados y estudiantes con credencial: 10% de descuento*. Inscripción en recepción de lunes a domingos (exceptos los martes) de 12:00 a 19:30. Foto: Gentileza Archivo Alfaguara.



Los cuentos de Julio Cortázar aparecen a la mirada lectora como un inquietante e inabarcable territorio en el que lo fantástico se entrecruza con la realidad y el absurdo. Este curso propone un recorrido a través de un conjunto de sus relatos. La propuesta supone proyectar una cartografía posible que tome a la figura del pasaje como punto de partida, con el objetivo de abrir la interpretación crítica de su obra a una multiplicidad de líneas abiertas a innumerables puntos de fuga.



“Julio Cortázar. Todos los cuentos el cuento” no está pensado como un repertorio de lecturas cristalizadas ni de reiteraciones celebratorias; antes bien apunta a modos de lectura crítica que transgredan el sistema de periodizaciones y de bloques consolidados que tienden a confinar la obra cortazariana en clasificaciones cerradas. El curso pretende ser una tentativa de búsqueda de otras formas de significación que contribuyan a revisar el lugar de Julio Cortázar en la literatura del siglo XXI.



Clase 1. Límites y rupturas. Las simetrías y los desajustes del espacio y de los dobles. “Casa Tomada” “Lejana” y “Bestiario” de Bestiario. “Continuidad de los parques”, “Axolotl” y “La noche boca arriba” de Final del juego.



Clase 2. Violencia y representación. Pensar y soñar como certezas inexactas. “Cartas de mamá”, “Las babas del diablo” y “Los buenos servicios” de Las armas secretas. “Reunión”, “El otro cielo” y “La isla a mediodía” de Todos los fuegos el fuego.



Clase 3. El horror del lado de acá y el horror del lado de allá. Lo fantástico y lo real atravesados de lado a lado. “Manuscrito hallado en un bolsillo”, “Las fases de Severo” y “Cuello de gatito negro” de Octaedro.

“Apocalipsis de Solentiname”, “Alguien que anda por ahí” y “La noche de Mantequilla” de Alguien que anda por ahí.



Clase 4. Más allá de los géneros. La imposible traducción de la otredad. “Orientación de los gatos”, “Texto en una libreta” y “Anillo de Moebius” de Queremos tanto a Glenda. “Botella al mar”, “La escuela de noche” y “Diario para un cuento” de Deshoras.





Roberto Ferro. Escritor y crítico literario. Es Doctor en Letras por la UBA, profesor e investigador de la Facultad de Filosofía y Letras. Ha dictado cursos de posgrado en Venezuela, México, Francia e Italia. Forma parte del Consejo Editorial de numerosas revistas académicas y literarias. Entre sus libros publicados se encuentran Lectura (h)errada con Jacques Derrida. Escritura y desconstrucción (1995), La ficción. Un caso de sonambulismo teórico (1998), El lector apócrifo (1998), Sostiene Tabucchi (1999), Línea de Flotación (2002), Onetti/La fundación imaginada (2003), Derrida. El largo trazo del último adiós (2009), De la literatura y los restos (2009), Fusilados al amanecer. Walsh y el crimen de Suárez (2010); también ha dirigido el volumen dedicado a Macedonio Fernández en La Historia Crítica de la Literatura Argentina (2007), y la edición crítica de Operación Masacre seguida de La campaña periodística (2009).



*Descuento no combinable con otros descuentos.



Informes

literatura@malba.org.ar

4808 6545/ 6560



Miércoles 21 de abril a las 10:30

Miércoles 28 de abril a las 10:30

Miércoles 5 de mayo a las 10:30

Miércoles 12 de mayo a las 10:30


Roberto Ferro
rferro@filo.uba.ar

sábado, 20 de febrero de 2010

Curso de Cortazar en el Malba

MALBA FUNDACION COSTANTINI

Museo de Arte latinoamericano de Buenos Aires.

Literatura
Programación actual


Curso. Julio Cortázar. Todos los cuentos el cuento. Por Roberto Ferro.

Viernes 12, 19, 26 de marzo y 9 de abril de 18:30 a 20:00. Biblioteca. Costo: $180. Jubilados y estudiantes con credencial: 10% de descuento*. Inscripción en recepción de lunes a domingos (exceptos los martes) de 12:00 a 19:30.

Los cuentos de Julio Cortázar aparecen a la mirada lectora como un inquietante e inabarcable territorio en el que lo fantástico se entrecruza con la realidad y el absurdo. Este curso propone un recorrido a través de un conjunto de sus relatos. La propuesta supone proyectar una cartografía posible que tome a la figura del pasaje como punto de partida, con el objetivo de abrir la interpretación crítica de su obra a una multiplicidad de líneas abiertas a innumerables puntos de fuga.

“Julio Cortázar. Todos los cuentos el cuento” no está pensado como un repertorio de lecturas cristalizadas ni de reiteraciones celebratorias; antes bien apunta a modos de lectura crítica que transgredan el sistema de periodizaciones y de bloques consolidados que tienden a confinar la obra cortazariana en clasificaciones cerradas. El curso pretende ser una tentativa de búsqueda de otras formas de significación que contribuyan a revisar el lugar de Julio Cortázar en la literatura del siglo XXI.

Clase 1. Límites y rupturas. Las simetrías y los desajustes del espacio y de los dobles. “Casa Tomada” “Lejana” y “Bestiario” de Bestiario. “Continuidad de los parques”, “Axolotl” y “La noche boca arriba” de Final del juego.

Clase 2. Violencia y representación. Pensar y soñar como certezas inexactas. “Cartas de mamá”, “Las babas del diablo” y “Los buenos servicios” de Las armas secretas. “Reunión”, “El otro cielo” y “La isla a mediodía” de Todos los fuegos el fuego.

Clase 3. El horror del lado de acá y el horror del lado de allá. Lo fantástico y lo real atravesados de lado a lado. “Manuscrito hallado en un bolsillo”, “Las fases de Severo” y “Cuello de gatito negro” de Octaedro.

“Apocalipsis de Solentiname”, “Alguien que anda por ahí” y “La noche de Mantequilla” de Alguien que anda por ahí.


Clase 4. Más allá de los géneros. La imposible traducción de la otredad. “Orientación de los gatos”, “Texto en una libreta” y “Anillo de Moebius” de Queremos tanto a Glenda. “Botella al mar”, “La escuela de noche” y “Diario para un cuento” de Deshoras.


Roberto Ferro. Escritor y crítico literario. Es Doctor en Letras por la UBA, profesor e investigador de la Facultad de Filosofía y Letras. Ha dictado cursos de posgrado en Venezuela, México, Francia e Italia. Forma parte del Consejo Editorial de numerosas revistas académicas y literarias. Entre sus libros publicados se encuentran Lectura (h)errada con Jacques Derrida. Escritura y desconstrucción (1995), La ficción. Un caso de sonambulismo teórico (1998), El lector apócrifo (1998), Sostiene Tabucchi (1999), Línea de Flotación (2002), Onetti/La fundación imaginada (2003), Derrida. El largo trazo del último adiós (2009), De la literatura y los restos (2009), Fusilados al amanecer. Walsh y el crimen de Suárez (2010); también ha dirigido el volumen dedicado a Macedonio Fernández en La Historia Crítica de la Literatura Argentina (2007), y la edición crítica de Operación Masacre seguida de La campaña periodística (2009).


*Descuento no combinable con otros descuentos.


Informes

literatura@malba.org.ar

4808 6545/ 6560



Viernes 12 de marzo a las 18:30

Viernes 19 de marzo a las 18:30

Viernes 26 de marzo a las 18:30

Viernes 9 de abril a las 18:30










Roberto Ferro

lunes, 15 de febrero de 2010